Definitivamente hay términos que se ponen de moda y la palabra resiliencia es una de ellas. Sin embargo, eso no quiere decir que el concepto sea nuevo. Por el contrario, desde que existe la humanidad ha existido la resiliencia. Los antiguos hombres se enfrentaban a problemáticas en las que tal vez, el instinto de supervivencia, los impulsaba a no darse por vencidos. y gracias a ello, nuestra especie fue creciendo y evolucionando.
La resiliencia es la capacidad que tenemos las personas para afrontar y superar las adversidades y eventos dolorosos de nuestras vidas.
No podemos evitar que estos eventos ocurran, pero todos podemos adquirir la capacidad para superarlos y encontrar una forma para salir adelante.
Nadie nace con resiliencia, sino que esta habilidad se aprende a lo largo de la vida y podemos fortalecerla con ciertos pasos y elementos.
Algunas de las formas de hacer crecer nuestra resiliencia tienen que ver con nuestras actividades diarias, pues si bien es cierto que los eventos traumáticos pueden llegar a "paralizar" al individuo o a infundirle miedo, también es verdad que si todos los días realizamos alguna actividad que nos proporcione seguridad, afecto, alegría, en resumen, cosas positivas, poco a poco nuestra resiliencia irá aumentando.
Este tema es importante para los niños durante su etapa escolar pues el estrés que provoca acudir a la escuela, las relaciones con los amigos y maestros, el acoso, los retos diarios, etc. afectan de muy diversas formas a cada niño. La resiliencia debería desarrollarse principalmente en el seno familiar; sin embargo en los chicos cuyos hogares viven en problemática, deberán adquirir la resiliencia en otros grupos, como la escuela. Entonces, en la escuela se debería fortalecer la resiliencia con actividades diseñadas con este propósito pues ayudan a que los estudiantes sean seguros de sí mismos, sepan defenderse, se atrevan a pedir ayuda, adquieran habilidades para tener otra perspectiva de los problemas, pero principalmente, para reestablecer la esperanza, la confianza y la autoestima.
Uno de los problemas a los que se enfrenta nuestro sistema educativo y México como sociedad, es la deserción escolar.
Según la Encuesta Intercensal 2015, (http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/asistencia.aspx) realizada por INEGI el año pasado, el 96% de los niños entre
6 y 14 años asisten a la escuela. En la encuesta se nos presentan los números referentes a niños y niñas y cómo este dato ha ido en aumento al compararlo con el año 1970.
Más adelante en la misma encuesta, INEGI presenta los datos relativos a los estudiantes entre 15 y 24 años de edad, que ha aumentado, al comparar los números con el año 2000.
En este caso, para el 2015, el número de estudiantes en este rango de edades ha ascendido de 33% a 44%. Es decir, ha habido un aumento de asistencia de estudiantes.
En realidad, este estudio de INEGI nos presenta el número de estudiantes que asisten a la escuela, pero lo que aquí nos ocupa es el número que dejó de asistir, es decir, la deserción.
Podemos observar que del primer grupo de alumnos (de 6 a 14 años de edad) el 96% asistía a la escuela, mientras que del segundo grupo (de 15 a 24 años de edad) solo asistía el 44%. Esto representa una deserción de más de 50%.
Este número es muy grande y preocupante. Significa que más de la mitad de los estudiantes que empiezan la primaria, no llegan a terminar una carrera profesional.
Y México necesita profesionistas.
La deserción es un tema que debemos atender y eliminar urgentemente para que nuestros niños y jóvenes tengan más oportunidades en el mudo laboral y que nuestro país pueda progresar a la par de los avances en el mundo.
Para lograr eliminar la deserción escolar en nuestro país, además del trabajo que hace el gobierno, numerosas instituciones de asistencia social se han encaminado a proporcionar a niños y jóvenes, algunos de los medios necesarios (como becas, donativos en especie, tratamientos y apoyo psicológico en su caso). Sin embargo, es una tarea que requiere del apoyo de la sociedad.
